La bicicleta de Pekín es una película dramática de 2001 del director chino de la sexta generación Wang Xiaoshuai.
Se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, pero fue prohibida subsiguientemente en la República Popular China, hasta que se levantó la censura en 2004
Trama
Tras llegar a Pekín desde el campo, Guo Liangui consigue un trabajo como repartidor en una empresa. Un día, le roban la bicicleta, lo que le cuesta el trabajo, pero su jefe promete volver a contratarlo si la encuentra. Decidido a recuperarla y su trabajo, Guo Liangui descubre a los pocos días que su bicicleta ha acabado en manos de Jian, un joven de las afueras de Pekín que intenta impresionar a su compañero de clase Qin. El padre de Jian, al no vivir en una situación económica acomodada, nunca ha podido permitirse una bicicleta para su hijo, así que Jian robó los ahorros familiares para comprar una en el mercado; casualmente, la misma bicicleta que tiene Guo Liangui.
Los dos chicos están decididos a recuperar la bicicleta: por un lado, Guo Liangui afirma que le robaron, por otro, Jian señala que tuvo que gastar 500 yuanes para comprarla. Gracias a la mediación de los amigos de Jian, llegan a un acuerdo y deciden compartir la bicicleta en días alternos. Mientras tanto, Qin se ha distanciado de Jian para estrechar lazos con Da Huan. Jian, humillada, entrega la bicicleta y se la devuelve definitivamente a Guo Liangui, pero al mismo tiempo golpea a Da Huan en la cabeza con un ladrillo. El chico herido se une a él con sus amigos, iniciando así una pelea en la que también se ve involucrado el desafortunado Guo Liangui. Tras ser golpeados por Da Huan y sus compañeros, Jian y Guo Liangui se separan, y el repartidor regresa a casa con su bicicleta destrozada por la pelea.
Opinión.
Verla te hace sentir lo que debieron sentir los espectadores de nuestro neorrealismo hace muchos años, y en particular de la película dirigida por Vittorio De Sica, que 'Las bicicletas de Pekín' evoca tanto en su título como en su trama: una impresión de verdad y simplicidad que, a pesar de sus implicaciones dramáticas, es también una sensación de ligereza en comparación con la artificialidad de la gran mayoría del cine. (...) Lo que más queda grabado en la memoria es la representación de un Pekín sin ciudadanos adultos, imbuido de una fisicalidad y una violencia siempre latente que deja una extraña sensación de inquietud.
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