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Kamchatka un lugar imaginario en medio de la dictadura militar que asola la Argentina.

Dirigida por Marcelo Piñeyro, con Ricardo Darín, Cecilia Roth, Héctor
Alterio, Tomás Fonzi, Matías del Pozo, Milton de la Canal, Fernanda Mistral.
Kamchatka, un sitio remoto, desconocido, ubicado en algún lugar del
mapa: el lugar preciso "desde donde resistir" para ganar en el juego
bélico de mesa TEG. Resistir es también la estrategia que ponen en
práctica en la vida los protagonistas del nuevo film de Marcelo Piñeyro.
Transcurre el año 1976 y la Argentina ya está sumida en plena dictadura
militar; socios, amigos y vecinos son desaparecidos y cualquiera puede
ser el próximo en ser llevado para no volver. Lejos de ser una película
política o panfletaria, Kamchatka toma este contexto como punto de
partida de una trama que se centra en la vida cotidiana de una familia
que se siente amenazada y decide esconderse. Sin demasiados preámbulos y
explicaciones, ni motivos declarados, madre (Cecilia Roth), padre
(Ricardo Darín) y sus dos pequeños hijos parten hacia una quinta en
algún rincón de Buenos Aires.
De principio a fin, el relato está construído desde el punto de vista
del mayor de los hermanos (Matías, de diez años); es su voz en off la
que narra situaciones y revela pensamientos. Hechos históricos y
referencias concretas a la realidad argentina quedan en segundo plano
para dar paso a la mirada del chico, a su aprendizaje a través de los
juegos y la lectura, a su percepción de un momento doloroso que es el
umbral hacia la madurez. En la nueva casa, dejando de lado las
pertenencias, el colegio y los amigos, los integrantes de la familia
deben borrar su pasado, sus profesiones... y hasta sus nombres. El juego
TEG, la serie de televisión "Los invasores" y un libro sobre las hazañas
del famoso escapista Houddini son metáforas bastante evidentes de lo que
les está ocurriendo y de lo que vendrá. Así, padre e hijo toman los
nombres de David Vicente (por David Vincent, de "Los invasores") y Harry
(por Houddini). "Invasores" son los militares que secuestraron al socio
de Darín (como él, abogado), y podrían serlo los extraños como Lucas
(Tomás Fonzi), que llega a la quinta también huyendo. Escapismo (y no
magia, aclara puntualmente Matías/Harry) es lo que emprenden a la fuerza
estos padres para preservar a sus hijos. A través del amor, de la
música, del humor, de pequeñas enseñanzas que servirán en caso de una
emergencia y para la vida, esta familia construye lazos entrañables que
son el mayor acierto del film. También Harry, empeñado en ser como su
ídolo, pone en marcha un plan de escape para viajar al centro y ver a su
querido amigo Bertucho, a quien no quiere olvidar a pesar de las
circunstancias que los separan. El "escape final" será el más doloroso y
dramático para todos. Kamchatka es entonces la palabra clave. Y, al
margen de los altibajos del film, a esta altura el espectador tampoco
quedará indiferente.
Las referencias a la salvaje dictadura que rige los destinos del país
son muy pocas una vez que la familia se instala en la quinta. Alguno que
otro dato se cuela a través del televisor y, más allá de los trabajos de
la pareja (padre abogado, madre científica), desconocemos cuáles son sus
actividades, adónde se dirigen cada vez que salen y por qué están donde
están. "El afuera" pasa a ser un fuera de campo que funciona sólo como
disparador, como amenaza constante. El personaje de Lucas también aporta
información al pequeño Harry, quien intenta descifrar algo del presente
de su nuevo amigo, pero es sancionado con la frase "pregunta incorrecta"
cada vez que se involucra demasiado. Hay equilibrio entre el dramatismo
y el humor en el tono del film y cierta tensión que indica que en
cualquier momento puede presentarse lo peor. De todas maneras –y para
bien del relato– no hay golpes bajos en Kamchatka y cuando "lo malo"
tiene que ocurrir, sucede fuera de los ojos del narrador (el chico) y,
por ende, también del espectador.
Kamchatka comparte con Plata quemada, la anterior película de Marcelo
Piñeyro, al guionista Marcelo Figueras; un par de escenas musicales en
las que los personajes bailan, como las que protagonizaba Pablo Echarri;
algunos momentos en los que el ritmo decae; y la presencia de Héctor
Alterio, también protagonista de Caballos salvajes y Cenizas del
paraíso, e ícono del cine coproducido con España (como en este caso).
Pero Kamchatka toma suficiente distancia de la fallida adaptación de la
novela de Ricardo Piglia como para convertirse en un film mucho más
atractivo y conmovedor. Situado en un terreno intimista y centrado en
los vínculos familiares, Kamchatka logra la identificación del
espectador gracias a la buena química entre los integrantes de la casa y
a las actuaciones de los grandes (Darín, Roth, Fonzi) y los pequeños
(Matías del Pozo y Milton de la Canal). Pero son estos últimos quienes
se llevan todos los aplausos.

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