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Detenido en espera de juicio

Detenuto in attesa di giudizio (Detenido en espera de juicio) es una película de comedia a la italiana de 1971, dirigida por Nanni Loy y protagonizada por Alberto Sordi. La película cuenta además con la actuación de Elga Andersen, Andrea Aureli, Nazzareno Natale, Michele Gammino y Lino Banfi.

La película fue ampliamente elogiada por su crítica del sistema judicial italiano, logrando el premio del Festival de Cine de Berlín. Alberto Sordi, en uno de sus pocos papeles dramáticos, consiguió el oso de plata y el premio David di Donatello por su interpretación del prisionero Giuseppe Di Noi.

Argumento

Giuseppe Di Noi (Alberto Sordi) es un exitoso topógrafo italiano radicado en Suecia, donde vive hace más de 10 años, con una mujer e hijos suecos. Cuando por fin puede tomarse tres meses de vacaciones decide volver a su tierra, para que sus hijos conozcan Italia. Sin embargo, es detenido en la frontera con Suiza, sin que se le informen los motivos. Comenzará ahí su largo ir y venir por cárceles italianas, mientras su esposa sueca trata de averiguar porque ha sido detenido.

Tras días sin tener información y retenido en aislamiento, Giuseppe descubre que ha sido acusado del homicidio culposo preterintencional de un ciudadano alemán. Lo envían a la prisión de Regina Coeli, sin haber podido ser interrogado. Se desata allí un motín, cuando el brutal alcaide prohíbe a los reclusos orar durante la misa. Aunque Di Noi no participa e incluso salva la vida de uno de los guardias, es igualmente apaleado y enviado a la cárcel de máxima seguridad ubicada en Sagunto.

Los internos de allí intentar aprovecharse de Giuseppe, quien pierde toda cordura y es llevado a una institución psiquiática. Finalmente su abogado consigue que el juez tome un momento de sus vacaciones y se reúna con Di Noi, quien descubre con horror los motivos de su desgracia: el ciudadano alemán murió debido al colapso accidental del viaducto de una autopista construida por una empresa en la que había trabajado como obrero en su juventud. Su citación no pudo realizarse ya que estaba en Suecia, por lo que el tribunal lo consideró un fugitivo. Habiendo aclarado su situación, es absuelto y puesto en libertad.

Incapaz de conducir, y con su mente destruida, inicia junto a su mujer el viaje de vuelta a Suecia. Detenido nuevamente en la frontera italiana para la revisión de pasaportes, Giuseppe no resiste y escapa del automóvil, siendo ametrallado por los carabinieri. Pero todo es simplemente una alucinación, Giuseppe Di Noi al fin logra salir de Italia

Opinión.

Un magnífico ejemplo del cine de derechos civiles del maestro Loy, la película, además de los temas que explora, se nutre de la magistral interpretación dramática del espléndido Sordi, ganador de un David di Donatello y un premio en el Festival de Cine de Berlín. Un simple caso de confusión de identidad, o peor aún, una cacería de brujas cuyo único objetivo es encontrar un chivo expiatorio para una tragedia (la fase final es ciertamente aterradora), puede llevar a un hombre íntegro a experimentar en primera persona el drama del encarcelamiento. Desorientado y privado de comunicación, el hombre se entera accidentalmente del delito del que se le acusa, algo del que debería haber sido informado de inmediato.

La película, además de retratar al incompetente director de la prisión (un brillante Banfi), también destaca un problema que aún afecta dramáticamente a nuestras prisiones hoy en día: el hacinamiento, la violencia perpetrada en su interior y las pésimas condiciones sanitarias en las que se ven obligados a vivir los reclusos. Y el momento, durante la celebración de la misa por un hombre que se ahorcó en prisión (otro suceso que, lamentablemente, sigue ocurriendo hoy), en el que los reclusos rompen la regla de silencio para responder al sacerdote es verdaderamente conmovedor. En resumen, un drama conmovedor y nada retórico que también muestra el sufrimiento de una mujer y sus hijos que buscan a su esposo, quien termina siendo trasladado de Milán a Sagunto en trenes abarrotados entre las burlas de la multitud. Una película espléndida que aún brilla hoy por su aterradora relevancia y que nos interroga sobre la justicia y la condición de las prisiones, que, constitucionalmente, deberían contar con herramientas que ayuden a la recuperación del recluso.

El jardín de los Finzi Contini muestra la espiral descendente de una familia de clase media-alta en pleno fascismo italiano.

El jardín de los Finzi-Contini (Il giardino dei Finzi-Contini) es una película italiana del año 1970 basada en la novela homónima de Giorgio Bassani,

La película, que fue dirigida por Vittorio de Sica y contó con la actuación de Lino Capolicchio,​ Dominique Sanda y Helmut Berger, fue premiada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1971, el Premio David de Donatello a la mejor película el mismo año y el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1972, habiendo sido también candidata al Óscar al mejor guion adaptado.

La película sigue con bastante fidelidad la trama de los capítulos centrales de la novela original, prescindiendo en buena medida de la primera parte, centrada en la infancia de los protagonistas, y por completo del prólogo y el epílogo, que se desarrollan catorce años después de los hechos principales. El guion fílmico se centra en los años de la Segunda Guerra Mundial, aprovechando la anécdota argumental de un amor juvenil frustrado para señalar el clima de pasividad y sumisión con que las familias judías acomodadas de Italia afrontaron el fascismo y la creciente persecución racial, en la medida en que, ligadas a los valores liberal-conservadores de la era prefascista y conscientes de sus privilegios de clase, sencillamente no podían creer que fueran a ser perseguidas en su propio país por la sola razón de un credo o un origen racial diferentes.

El jardín de los Finzi-Contini fue la primera aparición estelar de Dominique Sanda en Italia y uno de los primeros papeles de Helmut Berger en un largometraje, después de su debut con Visconti en La caída de los dioses. Ambos actores hubieron de ser doblados al italiano por actores de esta nacionalidad.

Trama.

La familia Finzi-Contini, intelectual y refinada, es también una de las más ricas y aristocráticas de la comunidad judía de Ferrara. Vive retraída en una lujosa mansión rodeada por un inmenso jardín. A partir de 1938, cuando en aplicación de las leyes raciales fascistas se prohíbe el acceso de los "no-arios" a los clubes deportivos de la ciudad, Alberto y Micòl, los hijos veinteañeros de la familia, invitan a jugar al tenis en su casa a otros jóvenes judíos menos adinerados. Entre ellos se encuentra Giorgio, que fue amigo de infancia de Micòl y que se enamora perdidamente de ella, que a su vez parece dispuesta a que entablen una relación. Sin embargo, Giorgio deja pasar la ocasión de declararse y Micòl marcha bruscamente a Venecia para finalizar su tesina de licenciatura. A su retorno, cuando Giorgio confiesa por fin su amor, Micòl lo rechaza, sin revelarle el verdadero motivo: que entretanto ha comenzado una relación con Giampiero Malnate, un joven comunista, amigo de su hermano Alberto y también de Giorgio (en la novela esta relación está solo sugerida, o más bien sospechada por el protagonista). Cuando descubre la verdad, Giorgio se siente doblemente traicionado: en su amistad y en su amor.

Todo este episodio triangular relativamente corriente se ve envuelto en las dramáticas vicisitudes históricas. La persecución racial se hará más y más opresiva según avanza la Segunda Guerra Mundial. Todos los jóvenes judíos que frecuentaban el jardín de los Finzi-Contini serán arrestados en 1943, salvo Giampiero Malnate, muerto en la campaña de Rusia, y el propio Alberto Finzi-Contini, muerto de enfermedad y sepultado en el ostentoso panteón familiar. El epílogo trágico de la deportación de Micòl y de toda la familia Finzi-Contini acaba por derribar sus ilusiones de aislamiento y por nivelar sus diferencias de clase con el resto de la comunidad judía de la ciudad, al someterlos a todos al destino común de la muerte en un campo de concentración en Alemania. Cuando los judíos son conducidos a una escuela próxima al Castillo de los Este como etapa previa a la deportación, Micòl y su abuela, separadas del resto de la familia, se encuentran con el padre de Giorgio, que las toma a su cuidado y les comunica su esperanza de que su hijo y el resto de su familia hayan podido huir al extranjero. La pantalla muestra entonces imágenes retrospectivas de los días felices de los partidos de tenis y la pista ahora vacía, acompañadas en la banda sonora de las notas de «El Malei Rachamim», el lamento fúnebre judío.

Intérpretes y personajes.

Lino Capolicchio:[1]​ Giorgio
Dominique Sanda: Micòl
Helmut Berger: Alberto
Fabio Testi: Giampiero Malnate
Romolo Valli: Padre de Giorgio
Barbara Leonard Pilavin: Madre de Giorgio
Camillo Cesarei: Prof. Ermanno Finzi-Contini, padre de Micòl
Inna Alexeievna: Abuela de Micòl
Katina Morisani: Olga Finzi-Contini, madre de Micòl
Ettore Geri: Perotti, mayordomo de los Finzi-Contini

Opinión.

Una obra que es una metáfora del fin de la infancia, la dulzura del recuerdo chocando con un presente doloroso, la espiral descendente de una familia de clase media-alta y una época, un "jardín perdido" que se revela como una simple campana de cristal. Pero, sobre todo, es testigo del declive de un gran autor, durante mucho tiempo un mero artesano que ha perdido su estilo característico: su adaptación de la novela de Giorgio Bassani (quien, insatisfecho con la dirección, y especialmente con la adición de las escenas finales que presentan la deportación, retiró su nombre como guionista) es vacía, hueca, embalsamada tanto en dirección como en interpretación, dedicada a la estética del enfoque suave (no solo por la fotografía en tonos pastel de Ennio De Guerrieri) y un tono insoportablemente patético, sentimental y melodramático.

Tiene el ritmo acelerado del cine de autor y la esencia de una novela por entregas, en la que el drama sentimental explota el trágico contexto histórico para dotarse de mayor intensidad. El paralelismo entre el amor imposible y la persecución de los judíos no funciona, el diseño de personajes no está claro, cualquier premisa alegórica y psicológica intrigante es meramente potencial: De Sica no posee la conmovedora elegancia de Visconti, ni siquiera se acerca a las cualidades de Vancini en La Lunga Notte de 1943 (otra traducción de Bassani), y su intento de rehacer la Cronaca Familiare de Zurlini (quien, de hecho, se suponía que la dirigiría) también fracasa estrepitosamente, una mezcla de melodrama, recuerdo y aflicción. Y, aun así, fue un éxito rotundo y ganó un Óscar.

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